Era tan bondadoso, que cuando le recibía una limosna, la cual nunca pidió, daba las gracias y buscaba a otro más pobre para brindarle ayuda. Recorrió muchos santuarios, visito España, Alemania, etc. Su imagen para muchos no era agradable, estaba muy flaco y a veces cuando dormía algunos lo maltrataban para sacarlo del lugar.
Benito dio grandes señales de sus milagros, un día una mujer lloraba por la salud de su hijo y le dijo: “Deja de llorar mujer, que tu niño ya está bien", y al colocarle la mano sobre la cabeza, lo sano. Su cuerpo estaba débil por un fuerte resfriado y estando en el templo se desmayó. Los presentes lo ayudaron y lo llevaron a un lugar para que descansara. Pero el Jueves Santo pasó a la eternidad. Este hombre humilde que para algunos era repugnante, para otros fue un santo. Cuando se dio la noticia, repicaron las campanas y muchos decían “¡Ha muerto el santo!.
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