” Cuando Dios creó la naturaleza en la Tierra, le pidió a las plantas que crearan sus mejores flores para entregar al mundo, y además, que cada una seleccionara las estaciones del año para su nacimiento".
También les recordó que su propósito en la tierra era hacer feliz a la humanidad, que todo aquel que las tomara en sus manos y en su vida seria felices.
Las plantas debían brindar todo lo mejor de ellas: belleza, amor, salud, armonía y sabiduría.
Dios disfrutaba y se asombraba de cómo se esforzaban y contemplaba con asombro la belleza de su creación.
Cierto día, vio que una planta en especial, desde el momento de su nacimiento daba todo, lo más sagrado que se encontraba en su esencia, con el fin de ser elegida por los humanos para llevar a sus vidas felicidad.
Pero por más que se esforzaba por ser elegida, nadie se paraba ante ella para admirarla, ninguno la apreciaba, pues sus flores eran muy pequeñas, sus hojas muy grandes y sólo de color verde; esto la entristecía.
Sin embargo, no dejaba de luchar por ser feliz, aun cuando nadie la tomaba en cuenta. Al ver esto, Dios fue hasta la planta y le dijo: “Veo que eres muy hermosa y que realizas tu misión con mucho amor, aun cuando tu belleza no es valorada y a pesar de todo luchas por ser feliz dando tu amor incondicional a tus hermanos pues sabes que lo necesitan. Por eso te voy a dar mi sangre. Cuando la depositó en sus hojas, se transformaron en el rojo más hermoso que existía, y así la se convirtió en la flor más bella, que florecería además en la época más importante de la Tierra, en Navidad para ser la representante del amor y la esencia divina del universo.
Desde aquel momento la planta de flor pequeña y de grandes hojas se transformó en la bella Flor de Nochebuena, siendo la más representativa de la Navidad.”
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