En su parroquia organizó retiros y misiones
especiales para las mujeres. En 1836 llegó la peste del cólera a Brescia.
Después de la peste, como habían quedado tantas niñas huérfanas, el municipio
formó unos talleres artesanales y los confió a la dirección de María de la Rosa
que apenas tenía 24 años pero que gozaba de la estima y confianza de toda la
ciudad. Desempeñó ese cargo con gran eficacia durante dos años, y luego se
dedicó a organizar su propia obra abriendo un internado para las niñas
huérfanas o muy pobres. Poco después inauguró también un instituto para niñas
sordomudas.
En 1840 se fundó en Brescia una asociación de
mujeres piadosas para atender a los enfermos de los hospitales y nombraron como
superiora a Santa María de la Rosa. Las mujeres que pertenecían a la asociación
se llamaban Doncellas de la Caridad. Al principio sólo eran cuatro jóvenes,
pero a los tres meses ya eran 32. Muchas personas admiraban la obra que las
Doncellas de la Caridad hacían en los hospitales, atendiendo a los más
abandonados y enfermos de gravedad. En 1850 se fue a Roma y obtuvo que el Papa
Pío Nono aprobara su consagración.
Murió el 15 de diciembre de 1855.
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