Ya antes de ingresar en el Carmelo manifestó una singular disposición para conservarse pura y virtuosa. A los 13 años era su contento pasar horas ante el Santísimo Sacramento.
Todas sus ansias eran de mortificarse privándose en la mesa de lo más apetitoso; por la noche se levantaba para hacer oración. Su humildad y mansedumbre eran la admiración de todos; su caridad en palabras y acciones era de santa. A los pobres socorría dándoles cuanto tenía.
En 1702 fundó un nuevo Carmelo en Moncalien. La familia real la admiraba y consultaba en sus dificultades. Por medio de su fervorosa oración obtuvo de la Santísima Virgen gracias especiales para la ciudad de Turín.
Sus virtudes fueron la admiración de todos. Delicadísima en extremo en cuanto a la pureza, hizo voto de no mirar a nadie a la cara y no permitiendó que aun en sus enfermedades la tocaran.
Practicó la pobreza con cariño, usando el hábito más pobre, la celda más incómodayel peorjergón. Por convicción se tenía por la más inútil de la comunidad.
Cuatro veces la eligieron priora y también maesta de novicias. Las monjas quisieron elegirla priora por quinta vez, pero ella contestó: "Pueden empeñarse en hacerme priora; yo me empeñaré con mi Jesús a ver quien puede más".
El mismo año la atacó una fiebre devoradora y, conseguido el permiso para morir, miró al crucifijo y expiró dulcemente.
Era el 16 de diciembre de 1717.
Fue beatificada por el papa Pío IX el 25 de abril de 1865.
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